El salario mínimo es un tema fundamental en la vida económica, social y jurídica de cualquier país. En México, su evolución ha estado marcada por profundas transformaciones, tanto en términos económicos como en su impacto en la vida cotidiana de millones de trabajadores. La pregunta que guía esta reflexión es tan contundente como necesaria: ¿el salario mínimo en México permite vivir con dignidad?
Este artículo tiene como objetivo ofrecer una visión integral sobre el salario mínimo en el país. Se analiza su historia, evolución, función, comparaciones internacionales y su rol actual en la economía mexicana. Asimismo, se abordan sus alcances, limitaciones y la necesidad de seguir avanzando hacia un salario verdaderamente justo, de acuerdo con los principios constitucionales, los derechos humanos y los estándares internacionales de trabajo decente.
Historia del salario mínimo en México
El salario mínimo en México fue establecido por primera vez en la Constitución de 1917, en el artículo 123, donde se indica que debe ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia. Este avance fue pionero en su época y colocó a México entre los países con una visión laboral progresista.
Durante el siglo XX, el salario mínimo fue regulado y actualizado con base en la inflación. Sin embargo, a partir de los años ochenta, con el inicio de políticas neoliberales, su poder adquisitivo comenzó a deteriorarse. La contención salarial se convirtió en una herramienta para controlar la inflación, pero tuvo efectos devastadores en el bienestar de los trabajadores. El salario mínimo perdió más del 70 % de su poder de compra entre 1976 y 2000.
Durante décadas, el salario mínimo fue utilizado como unidad de medida para multas, cuotas y otros fines legales. Esto provocó que aumentarlo fuera políticamente complejo, ya que afectaba otras áreas del gobierno. No fue sino hasta 2016 que se desvinculó legalmente, dando paso al uso de la Unidad de Medida y Actualización (UMA).
Evolución y cambios recientes
A partir de 2019, el salario mínimo comenzó a experimentar incrementos significativos. El nuevo enfoque del gobierno mexicano se centró en dignificar el ingreso de los trabajadores, en concordancia con la promesa constitucional. Estos aumentos han superado la inflación y han tenido un impacto positivo en los trabajadores de menor ingreso.
Por ejemplo:
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En 2018, el salario mínimo general era de $88.36 pesos diarios.
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Para 2023, llegó a $207.44 pesos diarios.
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En la Zona Libre de la Frontera Norte, el salario mínimo es aún más alto: $312.41 pesos diarios.
Este cambio ha sido impulsado por la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (CONASAMI), con la participación del gobierno, el sector patronal y los trabajadores.
Función económica y jurídica del salario mínimo
El salario mínimo no solo tiene un papel económico como retribución básica al trabajo, también tiene una función jurídica y social. Es una garantía de que ninguna persona trabajadora reciba un pago por debajo de un umbral establecido como justo y suficiente.
Desde una perspectiva constitucional y de derechos humanos, el salario mínimo debe ser suficiente para cubrir las necesidades básicas de la familia: alimentación, vivienda, salud, educación, transporte, esparcimiento y ahorro. Además, debe actualizarse periódicamente para evitar la pérdida del poder adquisitivo.
En la práctica, sin embargo, esta función ha sido incumplida durante muchos años. Solo recientemente se ha intentado corregir esta omisión histórica mediante políticas públicas más agresivas en la recuperación del ingreso.
Comparación con el contexto mundial
A nivel global, el salario mínimo en México ha sido históricamente bajo. Según comparaciones internacionales, México estuvo durante muchos años en los últimos lugares de América Latina en cuanto a salario mínimo en términos reales.
Países como Chile, Uruguay o Costa Rica han mantenido niveles salariales más altos, ajustados por poder de compra. En comparación con miembros de la OCDE, México continúa siendo uno de los países donde más se trabaja y menos se gana. Esta realidad refleja un desequilibrio estructural que no se corrige únicamente con aumentos nominales.
Sin embargo, los recientes aumentos del salario mínimo en México han sido reconocidos por organismos internacionales como un paso importante hacia la justicia social y el combate a la pobreza laboral.
Situación en América Latina
En el contexto latinoamericano, el salario mínimo en México ha sido uno de los más bajos durante décadas. Mientras países como Colombia, Ecuador y Argentina han hecho esfuerzos por atarlo al costo de la canasta básica, México había mantenido una política restrictiva hasta la última década.
La recuperación del salario mínimo mexicano en años recientes ha permitido reducir esa brecha. Aun así, la pobreza laboral y la desigualdad salarial siguen siendo retos estructurales en la región.
Realidad mexicana: ¿es suficiente el salario mínimo?
Responder esta pregunta implica mirar las cifras con honestidad. Si bien el salario mínimo ha aumentado de forma considerable, su suficiencia aún es debatida.
De acuerdo con estudios de instituciones públicas y privadas, el ingreso mínimo aún no cubre en su totalidad la canasta básica para una familia promedio. Aunque el salario mínimo de 2024 puede cubrir los alimentos y transporte de una persona, difícilmente alcanza para una familia de cuatro integrantes.
Además, hay diferencias entre regiones. Mientras en algunas zonas los costos de vida son bajos, en otras —como Ciudad de México, Monterrey o Cancún— el salario mínimo resulta claramente insuficiente para una vida digna.
También es importante destacar que millones de trabajadores en México ganan menos del salario mínimo, especialmente en la economía informal. Esto profundiza la desigualdad y limita las oportunidades de desarrollo social.
Casos prácticos
Ejemplo 1: Trabajadora del hogar en una zona urbana
Claudia gana el salario mínimo y vive en una ciudad como Guadalajara. Gasta alrededor de $6,000 mensuales en renta, alimentos, transporte y servicios. Su salario apenas supera los $6,200 al mes. No tiene acceso a seguridad social y no puede ahorrar. Para sostener a su hijo, debe recurrir a otro empleo informal.
Ejemplo 2: Joven obrero en frontera norte
Luis trabaja en una planta en Tijuana. Con el salario mínimo de $312 diarios, tiene un ingreso mensual de alrededor de $9,300. Paga renta, comida y transporte, pero también puede ahorrar algo o invertir en su educación. Vive solo y sin hijos. El salario, aunque modesto, le da mayor margen de maniobra que a otros trabajadores del centro del país.
Estos casos ilustran que el salario mínimo no impacta igual en todo el país y que la situación familiar, la vivienda y la cobertura social influyen en la dignidad con la que se puede vivir.
Indicadores y estadísticas clave
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Más del 25 % de los trabajadores formales gana entre 1 y 2 salarios mínimos.
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Alrededor del 60 % de la población trabajadora está en la informalidad.
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La línea de pobreza por ingresos está por encima del salario mínimo para una familia promedio.
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El salario mínimo cubre cerca del 95 % de la canasta alimentaria individual, pero menos del 50 % de la canasta total familiar.
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En zonas rurales el ingreso rinde más; en zonas urbanas se diluye rápidamente.
Derechos laborales y salario mínimo
El derecho a un salario justo está protegido por tratados internacionales como el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y por convenios de la OIT. México ha ratificado estos instrumentos, lo que le obliga a garantizar el derecho a una vida digna mediante un salario mínimo adecuado.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que los Estados tienen la obligación de respetar, proteger y garantizar condiciones laborales mínimas que permitan a las personas desarrollarse integralmente.
Desde el enfoque constitucional mexicano, el salario mínimo debe garantizar una vida decorosa, no solo la subsistencia.
Impacto en la economía
Los aumentos al salario mínimo generan debates sobre su efecto en el empleo, la inflación y la competitividad. Sin embargo, diversas investigaciones han demostrado que aumentos moderados y bien planificados no generan pérdida masiva de empleos, y sí mejoran el poder adquisitivo y la productividad.
Un salario más justo fortalece el consumo interno, disminuye la rotación laboral y reduce los niveles de pobreza. En México, tras los incrementos recientes, no se ha registrado un impacto negativo significativo en el empleo formal.
Herramientas de apoyo y cálculo
El CONEVAL, el INEGI y el Banco de México ofrecen datos clave para entender la suficiencia del salario mínimo. Además, existen calculadoras públicas que permiten comparar salarios con líneas de pobreza, costos de vivienda y otras variables.
Los sindicatos, organizaciones civiles y académicos también han contribuido a generar herramientas que evalúan el impacto del salario mínimo en distintas regiones del país.
Perspectivas a futuro
Los especialistas coinciden en que el camino hacia un salario mínimo digno aún no ha terminado. Las recomendaciones más relevantes incluyen:
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Continuar los aumentos graduales hasta que el salario cubra por completo la canasta básica familiar.
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Crear un sistema de salarios mínimos diferenciados por región y sector económico.
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Aumentar la formalización del empleo, con incentivos a empresas que regularicen a sus trabajadores.
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Fortalecer la inspección laboral y los mecanismos para garantizar el cumplimiento del salario mínimo.
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